Ciénaga
No siempre damos voz al
crecimiento,
a veces, muy contritos, lo
olvidamos,
lo cubrimos de silencio, lo
enterramos
en funámbulas palabras de
cemento
que se hunden, por su peso, al momento
y arrastran hasta el fondo que
ignoramos
la factura del tesoro que
pagamos
con la dúctil plata del
sentimiento.
Nos anclamos a la Muerte,
diluimos
la voz que balbucea en nuestro
pecho
al son que marcan, rotos, los
latidos
que ahogan el saber de los
sentidos
que terminan expirando
contrahechos,
pudriéndose en la luz que en
dos partimos.
Hazel Messiatz (20/06/2015)