Los de siempre
Han
sido vuestros brazos un exilio
de
silencios, de tristezas, de esos males
que
arrancaban un aullido de mi carne
y una
orgía de lágrimas sin ritmo.
Han
sido vuestros ojos mi camino,
vuestras
voces, un coro de bramante
en el
dédalo furioso de mis manes
donde
ahondaba, sin cesar, mi solipsismo.
Si me
vuelvo hacia la bruma y la disuelvo
es, solo,
porque al fin cardé mi lana
impulsado
por la fe de quien sabía
que,
aun cayendo, las cenizas servirían
para
tejer con hilo azul mis alas
y remontar
el verso en cada vuelo.
Somos
como un aura de amapolas
que, soplará
en la siguiente primavera
llenando
el campo de risas amarillas.
Hazel Messiatz (09/05/2015)
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