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sábado, 8 de febrero de 2014

Mareas

Mareas

Donde muerden las estrellas mis pupilas
y el sol, sobre aquellos que durmieron,
camina con zancadas prodigiosas
y horada con sus besos el silencio;
donde arañan las nubes mi memoria
y la lluvia se recrea entre los muertos
mientras briosas queratinas serpean
y escupen con lujuria sus venenos;
yo, cansado de alquilarme a la deshonra
de sentirme atrapado entre tus huesos,
de dolerme en el fondo de unas manos
que acogieron mis palabras y mis ruegos,
me desangro en una tumba de vivencias
donde bailan inhumanos sentimientos
entre las alegres mortajas del cadáver
insepulto de nuestro arrobamiento.

Donde el eco de unos iris se ha perdido
entre lomas que cubrió lo más espeso
de la sombra que exhalaba, ponzoñosa,
la otra cara que escondió nuestro deseo;
donde ahogo los rencores del pasado
en dulcísimas fragancias de desierto,
que al secarse en el cielo de mi boca
me regalan un sabor de sangre y verso;
las estrellas y las nubes danzan solas
mientras el sol estrecha, agraz, su cuerpo
contra el metro sinuoso de la lluvia
que acaricia la mentira con sus dedos
y recorre con sus ojos vaporosos
la canción que destrenza los recuerdos
que una vez, contra el pecho, apretamos
bajo el fuego cruzado de los miedos.

¡Qué placer en mi veste conjuraste
con las llamas lapidarias de tu celo,
que dormía en una luna solitaria
asediada por cien núbiles destellos!,
¡qué tormenta encadenaste a mi desmayo
sobre el ara incandescente de tu templo
donde la rima insustancial de mi caída,
encarnaba el oleaje de mis sueños!,
¡qué condena, qué alegría, qué derrota,
derramaste en el néctar del que bebo
los mil mundos olvidados, imposibles,
que aún encuentran el camino hasta mi verbo,
donde mueren las falacias de la vida,
y se extinguen, sin mirar atrás, los vientos
de un pasado que, aun queriendo ser futuro,
olvidó desnudarse de lo viejo!

Mírame, convertido en algo oscuro,
aun destilo un icor de lampos ciegos
que devoran las tinieblas que te atrapan
con su carne que fermenta cementerios.
Mírame, ¿no recuerdas esa noche,
mientras danzaban nuestros hijos en el cieno
de esa prosa ignorada por el Hombre,
de ese ritmo que ilumina desde dentro,
en que el tiempo y la distancia, conjuradas
destemplaron sin piedad nuestros aceros
buscando en mí tu sangre redimirte,
en ti mi furia agreste, mi tormento,
silenciarme bajo el palio de tus venas?
Mírame, soy el mismo, aquel viajero
que ha mudado sus semblantes tantas veces
para ser, ahora y siempre, en ti, eterno.


Hazel Messiatz (08/02/2014)